No sé si se han fijado, pero cada
vez se ven más curas por la calle. Curas de uniforme, quiero decir, con sotana
o, al menos, con alzacuellos y camisa gris. De clergyman, como se decía
antes. Por cierto, un traje elegante y resultón si tienes buena percha; y si eres
cura, claro.
De particular debe de haber más,
pero a ver quién los distingue. Antes era más fácil. En la época de los curas
obreros iban todos con vaqueros de tergal, camisa de cuadritos y jersey marrón
de cuello de pico… Bueno, en realidad muchos progres de la época iban también
así. Las izquierdas no fueron un modelo de elegancia durante la transición,
todo hay que decirlo. Los comunistas no; los comunistas llevaban corbata y
traje ancho, como para esconder la Tokarev; los comunistas siempre han sido muy
serios para esas cosas.
Estoy convencido de que entre
algunos curas hay un movimiento reivindicativo, de orgullo curil, un soy
cura, ¿y qué? También puede ser que cada vez haya menos y que los que
queden sean los más convencidos. Y los más chulos. Y los más vendedores. Me explico.
Al lado de mi trabajo hay una iglesia. El sacerdote que la regenta (¿se dice
así?; yo diría que no) me saluda cuando nos cruzamos (no nos conocemos de nada;
yo le distingo por el alzacuello) con una mezcla de, ya lo hemos dicho, soy
cura y qué, con por qué no vienes a la casa de Dios que es también la
tuya y ya verás qué bien nos lo pasamos que me produce escalofríos. Estoy
convencido que se refiere a un disfrute puramente espiritual, pero, qué quieren
que les diga, a estas alturas uno no está para que le seduzcan con caramelos
místicos.
Por otra parte, qué me dicen de las
monjas vestidas con la indumentaria propia de su condición. Y con los colores
propios de su orden, claro; digo colores, aunque, en realidad, se trata
de una paleta bastante breve: negro, blanco, gris o marrón. Mi madre era capaz
de distinguir si eran carmelitas o franciscanas o benedictinas…; y eso que no
era nada beata. Debía de ser consecuencia de su formación en un colegio
religioso. Aunque, pensándolo bien, era un colegio religioso raro, el de las madres
irlandesas; siempre las he imaginado bebiendo pintas de Guinness y escuchando
blues. Tal vez por eso me caían simpáticas: sor Van Morrison. O sor Leopold
Bloom. Ir al colegio debía de ser un continuo Bloomsday.
Se ven más monjas, decía. Muchas
son latinoamericanas, jóvenes y vestidas de blanco, muy tropicales. Yo creo que
ahí hay un poco de revancha: ¿no nos evangelizasteis a nosotros? Pues toma
evangelización de vuelta. Donde las dan las toman: es el mercado de la fe,
amigo.