miércoles, 9 de julio de 2025

OBJETS TROUVÉS

¿Por qué nos hace tanta ilusión encontrarnos cosas por la calle? No hablo de encontrarse un billete de 50 pavazos; entonces se comprende (y se marca uno unas cañas con los amigos, qué menos). Hablo de objetos absurdos que casi importan más por la connotación que por la denotación:

Un fajo de cromos de Vida y Color.

Una tuerca gorda.

Un llavero de la Guardia Civil.

Un zippo de los marines.

Una chaquetilla blanca de camarero ensangrentada (eso no mola nada, francamente, pero resulta un hallazgo singular, qué duda cabe).

Unos zapatos de tacón de aguja abandonados en un banco.

Un monóculo.

Un velo de novia (¿quién pierde el velo de novia? ¡Pésimos augurios!).

Una foto antigua de una pareja de aspecto rural y endomingado (en blanco y negro y con los bordes cortados en sierra).

Una caja de ingletes de madera.

Una máquina de afeitar Filomatic.

Una funda de violín (sin violín).

Una insignia de una asociación profesional de algún país con un idioma indescifrable.

Una navaja automática (¡mal rollo! ¿Algo que ver con la chaquetilla de camarero?).

Un mosquetón de acero inoxidable.

Un tiesto pequeño con un bonsai.

Un guante sin dedos.

Un tiesto grande con una palmera.

Un botijo.

Una tortuga disecada.

Una sortija de bisutería.

Un matasuegras.

Un plomo de pescar.

La cabeza de una muñeca.

Una zapatilla de ballet.

Un picaporte pintado de verde.

O lo que me he encontrado esta tarde, mientras paseaba al perro: un billete de un dólar, ablandado por el uso, con los pliegues marcados y con George Washington vigilando el uso que haces de él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario